Construcción del socialismo (III): comunismo de guerra

comunismo-guerra… Viene de la Segunda Parte: Construcción del socialismo (II). Las primeras medidas

LA GUERRA CIVIL Y EL PERIODO DE ‘COMUNISMO DE GUERRA’ (1918-1921)

Apenas el gobierno revolucionario había intentado organizar los mecanismos básicos de la economía, cuando en la primavera de 1918 se inició la guerra en el interior entablada por los sectores contrarrevolucionarios y zaristas de las viejas clases propietarias, con el decidido apoyo de las potencias occidentales. El nuevo conflicto militar concentró casi todos los esfuerzos soviéticos hasta que el Ejército Rojo derrota a la oposición armada a comienzos de 1921.

Durante el primer verano de la guerra, el desabastecimiento alimenticio se generalizó en las ciudades e incluso en el frente militar. La producción agrícola no aumentaba debido a la falta de insumos y materias primas, la falta de renta de los pequeños campesinos que no tenían aliciente material para incrementar la producción, pero en especial y de manera significativa, por las resistencias de importantes sectores de medios y grandes propietarios agrícolas.

Por el lado de la industria, el sector manufacturero no tenía la capacidad de dotar de insumos y bienes de consumo al sector campesino y de propietarios agrícolas; además, la moneda se depreciaba rápidamente lo que redundaba en una fuerte pérdida adquisitiva de los campesinos, lo cual incapacitaba la creación de un mercado interno que absorbiese la producción industrial.

La baja producción agrícola se convertía de esta forma en el problema principal a resolver, sobre todo ante el peligro de colapso de un frente desabastecido y unas ciudades sin un consumo alimenticio garantizado. Ante esta realidad, el gobierno reacciona con medidas obligatorias que favorecían un aumento de la producción que asegurase la entrega de grano, llegando en los periodos más duros de la guerra a las requisas obligatorias a cargo de destacamentos organizados por las organizaciones obreras y los soviets locales.

La respuesta inmediata de los propietarios agrícolas fue categórica, aumentando su oposición política al gobierno revolucionario, reduciendo la superficie cultivada y desviando parte del excedente agrícola al mercado negro, con lo que el déficit alimentario aumentó.

La oposición de los propietarios agrícolas se convirtió en un importante peligro para el Estado soviético, que junto a los reveses militares en el primer año de la guerra, condujo al gobierno revolucionario a una situación de peligro letal, temeroso además de las consecuencias que las políticas de requisas y control directo de la producción agrícola podría tener entre el campesinado pobre.

Al mismo tiempo, en las ciudades también proliferaban las dificultades para garantizar la producción y el intercambio. La industria carecía de materias primas y de energía, y se acentuaba el deterioro del equipamiento de trabajo y la maquinaria; el sistema de transporte apenas funcionaba; la gestión de la producción era deficiente o era obstaculizada e incluso saboteada por el personal técnico de las fábricas provenientes de la época zarista; y finalmente, la fuerza de trabajo era escasa como consecuencia del esfuerzo bélico y la movilización obrera en torno al Ejército Rojo en el frente.

El desorden en el sistema monetario se acentuó, dando lugar a una drástica reducción de la circulación de moneda, al pago de los salarios en especie, la regulación estatal de los centros comerciales y otras medidas de control de la esfera monetaria.

Nacionalizaciones e incremento de la productividad

En ese contexto, la nacionalización de los centros productivos y de las redes de comercialización aparecía ante la dirección del Partido como un mecanismo útil para la organización de la economía y garantizar las necesidades derivadas de la guerra, lo que produjo la nacionalización y paso a la esfera del control del Estado de la casi totalidad de fábricas y talleres que contaban con algún grado de mecanización.

Estas medidas permitieron una mejora en la organización de la empresa que logró un incremento de la productividad del sector industrial, mayor provisión de bienes de consumo y medios de producción al campo (semillas, maquinaria, selección de ganado, etc.) y la recuperación de una política encaminada a dar prioridad al campesinado, con lo que se pretendía disminuir la creciente influencia del discurso del descontento con el que las clases propietarias intentaban influir entre el pequeño propietario y los campesinos pobres.

Conforme se acercaba el momento de la victoria sobre los ejércitos contrarrevolucionarios, la difícil situación económica había quedado marcada por dos características de la etapa del “comunismo de guerra”: la nacionalización generalizada y la aguda problemática de las relaciones con la población campesina. Ganada la guerra se da paso a un nuevo periodo conocido como Nueva Política Económica (NEP) y un objetivo político central: restablecer la alianza obrero-campesina (smitchka).

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